MISTERIOS DE LA ARQUEOLOGÍA LA PILA DE BAGDAD


MISTERIOS DE LA ARQUEOLOGÍA
LA PILA DE BAGDAD
Las pilas de Bagdad :
En el curso de unas excavaciones que se estaban efectuando en la colina de Rabua, en Irán, en un territorio antiguamente ocupado por los partos, el arqueólogo Wilhelm Kónig encontró en 1938 unos recipientes en forma de jarrón, de arcilla clara, en cuyo interior estaba fijado un cilindro de cobre; sujeto en la embocadura con asfalto. Los recipientes medían 15 cm. de altura; el tubo de cobré, 26 mm. de diámetro y 19 cm. de altura. Dentro del tubo de cobre había una varita de hierro muy oxidado, que sobresalía 1 cm. y que daba la impresión de haber estado revestida de una fina capa de plomo. Los objetos recordaban con bastante exactitud a las pilas eléctricas actuales, pero, ¿quién se atrevería a hablar de que existieran en la antigua Babilonia baterías y para qué? El Ministerio de Información de Bagdad comunicó de una manera oficial que los objetos corres-pondían a una antigüedad que se cifraba entre el año 227 y 126 a. C. Pero en el mismo yacimiento se descu-brieron algunos materiales que habían sido sometidos a un procedimiento de galvanización. Se dedujo entonces que las pilas habrían sido utilizadas para estos fines, y dado que la antigüedad de los materiales galvanizados remontaba, la fecha a 2.000 años atrás, se concluyó que hace 4.000 años se estaban utilizando pilas eléctricas para galvanizar objetos.
Sin embargo, quedaba la duda de si, en verdad,aquellos recipientes, pese a su apariencia, eran auténticas baterías. Muchos arqueólogos habían afirmado que
se trataba de «objetos de culto», que es lo que suelen decir los arqueólogos cuando se encuentran un objeto que no saben para qué sirve. La prueba definitiva de
que aquellos objetos eran pilas eléctricas la obtuvo el propio Kónig rellenando los recipientes con un electrólito convencional: las pilas funcionaron.
Recipientes idénticos o muy parecidos habían sido ya encontrados con anterioridad y se exhiben expuestos en las vitrinas de algunos museos. Su utilización debió ser, por tanto, bastante generalizada, aunque debemos entender también que el secreto de su construcción sería guardado en los arcanos de los iniciados, a modo de magia técnica, que por qué no iba a haberla. La literatura clásica encierra numerosas citas respecto a templos y tumbas iluminados durante cientos de años por bombillas incandescentes y de bello colorido rojizo, en Grecia, en Roma, en Egipto. San Agustín, por ejemplo, contó el caso de una lámpara que no podían apagar ni los vientos ni la lluvia en Egipto, y otra en Antioquía que se mantuvo encendida más de quinientos años; el templo de Numa Pompilio, en Roma, ostentaba en su cúpula una luz siempre encendida; y existen bellos relieves en algunos templos egipcios, en el de Hator, por ejemplo, que muestran verdaderas bombillas de cristal, con un hilo incandescente dentro, en forma de serpiente, las cuales están conectadas a unos cables que, a su vez, se hallan enchufados a una red.
En la Via Apia, cerca de Roma, se descubrió una tumba donde estaba enterrada una hermosa mujer, cuyo cadáver se conservó en perfectas condiciones y que estuvo iluminado varios siglos por una brillante luz roja. Podríamos aducir más referencias, que las hay de sobra; pero es suficiente ya lo expuesto para plantearnos, con cierta seriedad, la existencia en los tiempos antiguos de la electricidad.
El jesuita Kircher recoge en su «Edipo Egipcíaco» (1562) trozos de un documento hindú primitivo, que se guardaba en la Biblioteca de los Príncipes Indios, y que no son otra cosa que las instrucciones que es menester seguir para construir una pila eléctrica. Dice así: «Colocar una plancha de cobre, bien limpia, en una vasija de barro; cubrirla con sulfato de cobre, y luego cubrirlo todo con serrín húmedo, para evitar la polarización. Después poner una capa de mercurio amalgamado con cinc encima del serrín húmedo. El contacto producirá una energía conocida por el doble nombre de Mitra-Varuna. El agua se escindirá por la acción de esta corriente en Pranavayu y Udanavayu. Se dice que una cadena de cien vasijas de este tipo proporcionan una fuerza muy activa y eficaz.» En fin, una batería eléctrica con su ánodo y su cátodo, en la que el agua se escinde en sus componentes oxígeno e hidrógeno.
También, aunque estas citas resultan mucho más vagas, existen relatos de ciudades iluminadas y templos por muchos lugares de América.
En las cavernas de la montaña Bayan-Kara-Ula, en la frontera chino-tibetana, los arqueólogos hicieron en 1965 un descubrimiento sensacional: 716 discos extraños de piedra con lo que en un principio se creyó eran grabados. Su antigüedad se remonta a varios miles de años. Poseían un agujero en el centro, como los discos de un gramófono, y lo que se pensó eran grabados, en realidad eran unos surcos que, en espiral, partían del centro del disco hacia el borde, unos surcos dobles. La semejanza con los discos de audición de los gramófonos planteó la posibilidad, por otra parte increíble, de que se tratara de eso. Pero los estudiosos investigadores de la Academia de Prehistoria de Pekín informaron que se trataba de escritura, y lograron descifrar algunos fragmen-tos que hablaban de naves espaciales hace 12.000 años. Peter Kolosimo hace al respecto una interesante observación: En el lugar en que fueron hallados los discos, frontera entre el Tibet y China, habitan las tribus Ham y Oropa, estos últimos, endebles de constitución y que apenas llegan a medir 1,27 de altura y cuya clasificación dentro de un grupo étnico conocido no es posible. Algunos geroglificos ham muy remotos cuentan que los oropa llegaron en la antigüedad en una nave espacial y se establecieron allí, al menos temporalmente. Y que su intención real era desconocida. Los ham se asustaron y permanecieron varios días escondidos en las cavernas. Finalmente, la nave espacial, en uno de sus vuelos de cercanías, parece que se estrelló en una maniobra de aterrizaje. Se pregunta Kolosimo si no serán estos oropa descendientes de aquella raza cósmica que llegó a bordo de aquel navío sideral.
Sometidos los discos de piedra a unos análisis muy rigurosos, se encontró en ellos una cantidad considerable de cobalto, y los medidores señalaron que emitían unas vibraciones muy intensas de energía, como si estuvieran todavía, al cabo de doce mil años, cargados de electricidad.
El descubrimiento arqueológico se completó con el hallazgo, dentro de algunas cavernas de la zona, de res-tos óseos de aspecto humanoide, que también corres-pondían a una antigüedad de doce mil años, de enormes cráneos y cuerpos pequeños y débiles. Oficialmente se dijo que pertenecían a una raza de simios extinguida ya. Pero nadie proporcionó -acaso no se pueda- una explicación acerca del origen de los discos y del mensaje de los geroglíficos.
Es muy difícil admitir, desde el punto de vista de nuestra lógica, la historia de seres que llegaron del espacio a explorar nuestro planeta y por un accidente debieron permanecer viviendo aquí, en condiciones que no les eran favorables. Hay, o debe haberla, otra lógica que no es la nuestra, de acuerdo con la cual eso sería posible. Si no la admitimos -y la verdad es que nos cuesta muchísimo esfuerzo hacerlo- no nos quedan razonamientos para justificar la presencia, ciento veinte siglos atrás, de los discos energéticos y los geroglificos que asombraron a los arqueólogos y nos maravillan a nosotros, en las cavernas de la montaña Bayan-KaraUla.
* Los motores prehistóricos :
En un estrato cuya antigüedad se ha fijado en millones de años, se encontró, en el curso de una excavación y de modo accidental, la silueta de un tornillo, perfectamente trazada, en el centro de una piedra. El acontecimiento se desarrolló en Treasure City (Nevada) en el año 1869. Al abrir la piedra por procedimientos mecánicos, se encontró una oquedad donde estuvo alojado un tornillo de hierro de 5 cm. de longitud. Los millones
de años transcurridos desde que el objeto quedó encerrado allí habían hecho desaparecer realmente la pieza metálica; sólo quedaba la herrumbre y la forma perfecta que había ocupado. Y nosotros nos preguntamos, y se preguntará usted, ¿para qué podía servir un tornillo hace millones de años?
Otro hallazgo mucho más reciente aumenta la dimensión de la pregunta. Los afortunados investigadores fueron Mike Mikesell, Wallace A. Lane y Virginia Macey y se realizó el día 13 de febrero de 1961, en Olancha (California). Los citados no eran estudiosos del tema histórico ni se hallaban preocupados por las incógnitas de la evolución humana; simplemente buscaban geodas, algunas de las cuales, como se sabe, pueden llegar a tener casi el valor de una piedra preciosa. Las geodas se forman dentro de las rocas, y son cavidades tapizadas de cristales o mineralizaciones y que suelen contar con cientos de miles de años, o millones.
En su interior hay generalmente un pequeño hueco. Recordamos sin mucha precisión que la señorita Maxey era dueña de una tienda de objetos de ese tipo, decorativos y caprichosos. Ascendieron aquella mañana, recogiendo las geodas que encontraban, que eran muchas porque la región es rica en este tipo de formaciones, hasta una altura de unos 1.300 m. sobre el nivel del mar, unos 600 por encima de las riberas del lago Owens, muy cercano. De regreso, ya en el taller, les llamó la atención una de las piedras recogidas, segura-mente porque su peso fuera mayor del que debía ser. La abrieron con una sierra de diamante y encontraron en el interior algo tan duro que la sierra se llegó a deteriorar. Dentro no existía hueco alguno sino un objeto extraño que parecía, ya a simple vista, ser de fabricación humana. Lo que deterioró la sierra de diamante fue una pieza de porcelana circular, en cuyo interior estaba fijada una varilla metálica de 2 mm. de diámetro, terminada en una especie de espiral o algo parecido difícil de concretar porque estaba mal conservado; todo ello envuelto en una especie de estuche hexagonal, de material no identificable, pues prácticamente se había desintegrado y sólo restaba la forma; probablemente fuera de madera. La varilla metálica estaba rodeada de una materia cuprosa de 18 mm. de grosor.
Todo el objeto que encerraba la geoda es muy similar a una bujía de motor de explosión. La antigüedad de la, piedra se estableció en 500.000 años. ¿Para qué podía servir entonces una bujía y quiénes la fabricaron?
El misterio de su tecnología ha quedado, como en los casos anteriores, pendiente.
En 1885, en Salisbury, dentro de un lecho de car-bón del Terciario (entre 70 y 12 millones de años de antigüedad) se halló una pieza metálica en forma de cubo, con una de sus caras redondeada. El objeto apareció dentro del carbón y cuenta, por lo tanto, con la misma antigüedad que éste, cuando menos. Estaba compuesto por hierro, carbono y níquel. La incógnita presentaba sólo dos soluciones: que se tratara de un
meteorito o que hubiera sido labrado por la mano del hombre. La hipótesis de un meteorito caído sobre la Tierra hubo de ser desechada, porque forzosamente la
superficie del objeto tenía que estar muy alterada por las temperaturas alcanzadas al atravesar la atmósfera; y no era así. La pieza fue labrada por la mano del hombre,
hace, por lo menos, doce millones de años. ¿Existía el hombre sobre la faz del planeta entonces? ¿Con qué técnica y con qué máquinas fue labrada?
En California y dentro de un trozo de cuarzo aurífero apareció un asa metálica de pozal; y otra semejante fue hallada en Kingoodie (Inglaterra) en un bloque de
piedra de 23 cm. de longitud que correspondía al Pleistoceno (8.000 años de antigüedad). En ambos casos los expertos afirmaron que la época en que las asas fueron fabricadas superaba los 10.000 años a partir de hoy.
Fabián Ramirez

Comentarios

Entradas populares