¿HAY PRUEBAS DE VARIOS CONTINENTES SUMERGIDOS?
¿HAY PRUEBAS DE VARIOS CONTINENTES SUMERGIDOS?
(CUARTA PARTE) 4ª
HISTORIA DE NUESTROS ORÍGENES
(CUARTA PARTE) 4ª
HISTORIA DE NUESTROS ORÍGENES
Pero este hecho no lo toman en consideración los orientalistas; y así vemos que hasta para un mazdeísta y parsi de nacimiento, tan instruido como el traductor de la obra del doctor Geiger, pasen inadvertidas y sin un comentario varias observaciones de éste sobre las “incongruencias” de esta clase que abundan en las Escrituras Mazdeístas. Una de tales “incongruencias” y “coincidencias” se refiere a la semejanza de la doctrina mazdeísta y la hindú respecto de los siete Dvipas, más bien islas, o continentes, que se encuentran en los Purânas. A saber, los Dvipas forman anillos concéntricos, los cuales, separados por el Océano, rodean a Jambudvipa, que está situado en el centro y, según la opinión irania, el Kêrshvar Qaniratha está igualmente situado en el centro de los demás. Segun las Escrituras zoroastrianas, Qaniratha es nuestra tierra, que, como enseña la Doctrina Secreta, se halla situada en el medio de los otros seis karshwars, o globos de la cadena terrestre. Ellos no forman círculos concéntricos, sino que cada uno de ellos (los otros seis Karshvaras) es un espacio peculiar e individual, y así se agrupan alrededor y encima de Qaniratha. Ahora bien; Qaniratha, o Hvaniratha, no es, como cree Geiger y su traductor, “el país habitado por las tribus iranias”; y “los otros nombres” no significan “los territorios adyacentes de naciones extranjeras al Norte, Sur, Este y Oeste, sino que significan nuestro Globo o Tierra. Pues el significado de la sentencia “Dos, Vourubarshti y Vouruzarshti, están en el Norte; dos, Vidadhafsha y Fradadhafsha, en el Sur; Savahi y Arzahi en el Este y Oeste“, es sencillamente la descripción gráfica y exacta de la cadena de nuestro Planeta, la Tierra, representada en el Libro de Dzyan del modo siguiente: “Sólo hay que reemplazar estos nombres mazdeístas por los usados en la Doctrina Secreta, para presentarnos la doctrina Esotérica“. La “Tierra” (nuestro mundo) es triple, porque la cadena de los Mundos está situada en tres diferentes planos sobre nuestro Globo; y es séptuple a causa de los siete Globos o Esferas que componen la cadena. De aquí el otro significado que se da en el Vendidâd mostrando que sólo Qaniratha está combinada con imat, “esta tierra“, mientras que todos los demás Karshvaras están combinados con la palabra “ avat ”, “aquella tierras superiores“. Nada puede ser más claro. Lo mismo puede decirse de la interpretación moderna de todas las demás creencias antiguas.
Vendidâd (Pelvi) es el primer libro (Nosk) de la colección de fragmentos zendos, generalmente conocidos con el nombre de Zend-Avesta. El Vendidâd es una corrupción de la palabra compuesta “Vîdaêvô-dâtem “, que significa “ley antidemoníaca“, y está llena de enseñanzas acerca de la manera de evitar el pecado y el vicio por medio de la purificación moral y física, cada una de cuyas enseñanzas está basada en leyes ocultas. Es un tratado eminentemente oculto, lleno de simbolismo y con frecuencia de un significado completamente contrario del expresado en la letra muerta del texto. El Vendidâd, segun se pretende por tradición, es el único de los veintiún Nosks (obras) que ha escapado del auto-da-fe en las manos del beodo Iskander el Rûm; aquel a quien la posteridad denomina Alejandro el Grande, aunque este epíteto es justificable sólo cuando se aplica a la brutalidad, a los vicios y a la crueldad de este conquistador. A causa del vandalismo de este griego macedonio, la literatura y el saber han perdido muchos conocimientos inapreciables en los Nosks quemados por él. El Vendidâd mismo ha llegado hasta nosotros sólo en estado fragmentario. Los primeros capítulos son muy místicos, y por este motivo son llamados “míticos” en las traducciones de los orientalistas europeos. Los dos “creadores” del “espíritu-materia” o el mundo de diferenciación -Ahura-Mazda y Angra Mainyu (ahrimán) -son introducidos en ellos, y también Yima (el primer hombre o la humanidad personificada). La obra está dividida es Fargards o capítulos, y una parte de éstos se halla dedicada a la formación de nuestro globo, o evolución terrestre.
Los druidas comprendían el significado del Sol en Tauro cuando, extinguidos todos los fuegos en el primero de noviembre, sólo sus fuegos sagrados e inextinguibles permanecían iluminando el horizonte, como los de los Magos y los de los mazdeístas modernos. Y lo mismo que la primitiva quinta raza y que los caldeos posteriores, igualmente que los griegos y hasta que los cristianos, que hacen lo mismo sin sospechar el verdadero significado, saludaban a la Estrella de la Mañana, la hermosa Venus, o Lucifer. El geógrafo e historiador griego Estrabón habla de una isla cerca de Bretaña, en donde se rendía culto a Ceres y Perséfona con los mismos ritos que en Samotracia, isla griega localizada en el norte del mar Egeo, que se consideraba sagrada y donde estaba encendido un fuego perpetuo. Los druidas creían en el renacimiento del hombre, no como lo explica el griego Luciano de Samósata: “Que el mismo espíritu animará un nuevo cuerpo, no aquí, sino en un mundo distinto“. Pues, como dice el historiador griego del siglo I a. C, Diodoro Sículo, de Sicilia, los druidas declaraban que las almas de los hombres, después de determinados períodos, pasarían a otros cuerpos. Esta doctrina vino a los arios de la quinta raza desde sus predecesores de la cuarta, los atlantes. Conservaron ellos piadosamente las enseñanzas, que les decían cómo su raza-raíz padre, haciéndose más arrogante con cada generación, debido a la adquisición de poderes sobrehumanos, se había deslizado gradualmente hacia su fin. Esos anales les recuerdan el intelecto gigante de las razas precedentes, así como su gigantesca estatura. En todas las edades de la historia, en casi todos los fragmentos arcaicos que han llegado a nosotros de la antigüedad, encontramos la repetición de esos anales. Se conservaba un extracto del filósofo griego Teofrasto escrito durante los días de Alejandro el Grande. Es un diálogo entre Midas, el frigio, y Sileno, sátiro y dios menor de la embriaguez. Éste hablaba al primero de un continente que había existido en tiempos antiguos, tan inmenso, que Asia, Europa y África parecían islas insignificantes comparadas con él. Fue el último que produjo animales y plantas de magnitudes gigantescas. Allí, decía Sileno, los hombres alcanzaban doble estatura que el hombre más alto de su tiempo y vivían doble tiempo. Tenían ciudades suntuosas con templos, y una de aquellas ciudades tenía más de un millón de habitantes, encontrándose en ella en gran abundancia el oro y la plata. La idea de Cautethia Grote de que la Atlántida sólo fue un mito originado de un espejismo, a partir de nubes en un cielo deslumbrante que tomaban la apariencia de islas sobre un mar de oro, es demasiado increíble para tenerla en cuenta.
Todo lo que precede fue conocido por Platón y por muchos otros. Pero como ningún Iniciado podía decir todo lo que sabía, la posteridad sólo obtuvo indicios. Siendo el objeto del filósofo griego instruir como moralista más que como geógrafo y etnólogo o historiador, resumió la historia de la Atlántida, que abarcaba varios millones de años, en un suceso que colocó en una isla comparativamente pequeña, de 3.000 estadios de largo por 2.000 de ancho (o próximamente 563 km. por 322 km., que es poco más o menos el tamaño de Irlanda), mientras que los sacerdotes hablaron de la Atlántida como de un continente tan vasto como “toda el Asia y la Libia” juntas. Pero el relato de Platón, aunque alterado en su aspecto general, tiene el sello de la verdad. No fue él quien lo inventó, en todo caso, pues Homero, que le precedió muchos siglos, habla también de los atlantes en su Odisea, y de su isla. Por tanto, la tradición es más antigua que la historia de Ulises. Los atlantes y las Atlántidas de la Mitología están basados en los atlantes y las Atlántidas de la Historia. Tanto Sanchoniathon, supuesto escritor fenicio nativo de Beirut o de Tiro, parte de cuyos libros fueron traducidos al griego por Filón de Biblos en la segunda mitad del siglo I, como Diodoro Sículo, han preservado las historias de aquellos héroes y heroínas, por mucho que se hayan mezclado sus relatos con elementos míticos. En nuestros propios días observamos el hecho extraordinario de que la existencia de personajes relativamente tan recientes como Shakespeare y Guillermo Tell haya sido considerados como personajes de ficción. No hay, pues, que sorprenderse de que dos poderosas razas, los lemures y los atlantes, hayan sido identificadas con unos pocos pueblos míticos que llevaron el mismo nombre. Herodoto habla de los atlantes, pueblo del África Occidental, que dieron su nombre al Monte Atlas. Además cuenta que eran vegetarianos, y “cuyo sueño nunca era turbado por sueños”. Pero, sin embargo, maldecían diariamente al sol cuando salía y se ponía, porque su calor excesivo los abrasaba y atormentaba. Estas manifestaciones están basadas sobre hechos morales y psíquicos y no sobre disturbios fisiológicos. La historia de Atlas da la clave de esto. Si los atlantes no tenían nunca turbado su sueño por ensueños, es porque esa tradición particular se refiere a los atlantes primitivos, cuya constitución y cerebro físico no estaban aún lo suficientemente consolidados en el sentido fisiológico para permitir actuar a los centros nerviosos durante el sueño.
Respecto a la otra declaración, de que “maldecían diariamente al sol”, esto tampoco tiene que ver con el calor, sino con la degeneración moral que creció a la par que la raza. Según Blavatsky, en sus Comentarios: “Ellos (la sexta subraza de los atlantes) usaban encantos mágicos hasta en contra del sol, y al fracasar en su intento, le maldecían. Se atribuía a los brujos de Tesalia el poder de hacer descender a la Luna, según nos lo asegura la historia griega. Los atlantes de los últimos tiempos eran famosos por sus poderes mágicos y su perversidad, por su ambición y su desprecio de los dioses”. De aquí las mismas tradiciones, que tomaron forma en la Biblia, acerca de los gigantes antediluvianos y la Torre de Babel. Y que encontramos también en el Libro de Enoch. Diodoro Sículo presenta uno o dos hechos más: los atlantes se alababan de poseer la tierra en que todos los Dioses habían nacido; así como también haber tenido a Urano por primer Rey, el cual fue también el primero que les enseñó la Astronomía. Muy poco más que esto ha llegado a nosotros desde la antigüedad. El mito de Atlas es una alegoría fácil de comprender. Atlas representa los antiguos continentes de Lemuria y Atlántida, combinados y personificados en un símbolo. Los poetas atribuyen a Atlas, lo mismo que a Proteo, antiguo dios griego del mar, una sabiduría superior y un conocimiento universal. Y especialmente un conocimiento completo de las profundidades del océano, pues en ambos continentes hubo razas instruidas por Maestros divinos, y ambas fueron arrojadas al fondo de los mares, en donde ahora dormitan hasta su próxima reaparición sobre las aguas. Atlas es hijo de una ninfa del océano, y su hija es Calipso, el “abismo acuoso”. En la mitología griega, Calipso (en griego Καλυψώ, ‘la que oculta’) era, según Homero, el nombre de una bella hija del titán Atlas, que reinaba en la hermosa isla de Ogigia. En la Titanomaquia, cuando los titanes perdieron la guerra, los Olímpicos castigaron a Calipso por ser hija de Atlas, enviándola a Ogigia. Se dice que cada milenio, los dioses le mandaban un héroe para que ella se enamorara, pero que luego, el destino, obligaría a Calipso a dejarlo marchar. Cuando Odiseo, que se hallaba a la deriva tras naufragar su barco, llegó a esta isla Calipso le hospedó en su cueva, agasajándole con manjares, bebida y su propio lecho. Le retuvo así durante siete largos años, teniendo de él cuatro hijos: Nausítoo, Nausínoo, Latino y Telégono. Calipso intentó que Odiseo olvidara su vida anterior, y le ofreció la inmortalidad y la juventud eterna si se quedaba con ella en Ogigia. Pero el héroe se cansó pronto de sus agasajos, y empezó a añorar a su mujer Penélope.
Viendo esta situación, Atenea intervino y pidió a Zeus que ordenase a Calipso dejar marchar a Odiseo. Zeus envió a su mensajero Hermes y Calipso, viendo que no tenía más opción que obedecer, le dio materiales y víveres para que se construyera una balsa y continuara su viaje. Odiseo se despidió de ella, no sin cierto recelo por si se tratara de una trampa, y zarpó. Algunas leyendas cuentan que Calipso terminó muriendo de pena. Existen leyendas posteriores a la Odisea donde se les adjudica a Odiseo y a Calipso un hijo llamado Latino, quien por lo general se considera más bien hijo de Circe. Otras tradiciones hablan de Nausítoo y Nausínoo como hijos de Calipso y Odiseo. También se cuenta que fue hijo de la pareja Ausón, quien daría origen a Ausonia. La Atlántida fue sumergida bajo las aguas del océano y su progenie duerme ahora el eterno sueño en los lechos oceánicos. La Odisea hace de Atlas el guardián y “sostenedor” de las enormes columnas que separan los Cielos de la Tierra. Él es su “soportador”. Y como tanto la Lemuria, destruida por fuegos submarinos, como la Atlántida, sumergida por las olas, perecieron en los abismos del océano, se dice que Atlas se vio obligado a dejar la superficie de la Tierra y reunirse con Iapetus en las profundidades del Tártaro. Prometeo es uno de los dioses conocidos como los titanes, la raza de inmortales sobrehumanos que precedieron al mandato de Zeus y de los otros dioses Olímpicos, en el Olimpo. Prometeo era hijo del titán Iapetus, dios del orden, y de la diosa ninfa Clymene. Además de a Prometeo, la pareja tuvo otros tres hijos, Atlas, Menoetius y Epimetheus, todos ellos Titanes. Cuando el mandato de su tío Cronos, monarca supremo de los dioses, fue sustituido por el de su hijo Zeus, Cronos y el padre de Prometeo, Iapetus, junto a otros muchos titanes, se levantaron contra los dioses Olímpicos. Junto a ellos combatieron dos de los hijos de Iapetus, Atlas y Menoetius, mientras que Prometeo y el hermano restante permanecían al lado de Zeus, siguiendo los designios de Themis, diosa del orden y la probabilidad. Themis vio que los Titanes no ganarían la batalla contra los Olímpicos, y Prometeo y su hermano decidieron unirse al bando ganador, que en este caso eran Zeus y sus seguidores. La guerra entre dioses y titanes duró diez años, y en ella hubo bajas sensibles para Prometeo. Así, su hermano Menoetius fue asesinado por uno de los rayos de Zeus durante la batalla, y Atlas fue castigado a sostener el peso del mundo sobre sus hombros. Acabada la batalla, la mayoría de los titanes rebeldes habían sido confinados al Tártaro.
Después de la derrota de los titanes y una vez acabada la Guerra, Prometeo y su hermano mostraron cada vez más interés por la humanidad, y dispuestos a compartir mas momentos con ellos, se convirtieron en monarcas de Phthua. A diferencia de los otros dioses, que veían a los humanos como simples peones en sus juegos, Prometeo sentía un profundo aprecio por la humanidad, y se consideraba amigo de los mortales. Sir Theodore Martin tiene razón al interpretar esta alegoría como significando: “(Atlas) de pie en el suelo sólido del hemisferio inferior del universo, sosteniendo así al mismo tiempo el disco de la tierra y la bóveda celeste – la envoltura sólida del hemisferio superior“. Porque Atlas es la Atlántida, que sostiene sobre sus “hombros” los nuevos continentes y sus horizontes. El escritor francés Paul Decharme, en su Mythologie de la Grèce Antique , expresa dudas sobre cómo Atlas puede sostener a la vez diversas columnas situadas en varias localidades. Si Atlas fuera una persona, la traducción sería incomprensible. Pero personifica un continente en Occidente, que se dice sostiene la Tierra y el Cielo a la vez, esto es, los pies del gigante pisan la tierra, mientras que sus hombros sostienen la bóveda celeste. esto es una alusión a los picos gigantescos de los continentes de Lemuria y Atlántida, por lo que el epíteto de “sostenedor” resulta muy exacto. El concepto se debió seguramente a la gigantesca cordillera que corría a lo largo del disco terrestre. Estas montañas hundían sus estribaciones en el fondo mismo de los mares, al paso que elevaban sus crestas hacia el cielo, perdiéndose su cima en las nubes. Los antiguos continentes tenían más montañas que valles. La cordillera de Atlas, en el norte de África, y el Pico de Tenerife, son actualmente dos restos empequeñecidos de los dos perdidos continentes, que eran tres veces más elevados en tiempo de la Lemuria y dos veces más altos en el de la Atlántida. Así, los libios llamaban al Monte Atlas la “Columna del Cielo”, según Herodoto. Y el poeta griego Píndaro calificó al Etna, en Sicilia, como “Columna Celeste”. Atlas era un pico inaccesible en una isla, en los días de Lemuria, cuando el continente africano no se había aún levantado. Es la única reliquia Occidental que sobrevive y que perteneció al continente en que la tercera raza nació, se desarrolló y cayó, pues Australia es ahora parte del continente Oriental. El orgulloso Atlas, según la tradición Esotérica, habiéndose hundido una tercera parte en las aguas, las otras dos quedaron como herencia de la Atlántida.
Esto era también conocido de los sacerdotes egipcios y del mismo Platón. El juramento solemne de guardar el secreto, que se extendió hasta a los misterios del Neoplatonismo, impidió que fuese conocida toda la verdad. Tan secreto era el conocimiento de la última isla de la Atlántida, que el divulgar su situación y existencia era castigado con la muerte. Ello era a causa de los poderes sobrehumanos que poseían sus habitantes, los últimos descendientes directos de los Dioses o Reyes Divinos, según se creía. Teopompo de Quíos nació en Grecia en el año 380 a.C. Fue uno de los historiadores más destacados de su época. Su trabajo más importante es las “Filípicas” que consta de 58 libros y se centra en la historia de Filipo II de Macedonia. En su trabajo escribió la existencia de una tierra más allá del océano conocida como Meropis. En dicha isla vivía una raza de hombres que crecen el doble del tamaño normal y viven en dos ciudades de la isla, Eusebio y Machimo. También nombra la existencia de un ejército de diez millones de soldados que partieron con la idea de conquistar Hiperbórea pero que abandonaron su idea inicial al darse cuenta que los Hiperbóreos eran las personas más afortunadas del mundo. Para algunos se trata de una parodia de la Atlántida de Platón, ya que exagera las dimensiones de Meropis para que sea completamente absurda. Mientras que para otros es una muestra que obtiene él mismo sobre la existencia de tierras habitadas mucho más allá de las columnas de Hércules, de grandes extensiones y con numerosa población. Cuando habla de los fenicios (fundadores de Cartago), dice que eran los únicos navegantes de los mares que bañaban la costa occidental del África. Revestían sus viajes de tal misterio, que muchas veces echaban a pique sus propios barcos para hacer perder todo rastro de ellos a los extranjeros demasiado curiosos. Hay orientalistas e historiadores que, mientras permanecen impasibles ante el lenguaje de la Biblia y ante algunos de los sucesos que en ella se relatan, muestran gran disgusto ante la “inmoralidad” de los Panteones de la India y de Grecia. Se puede decir que antes que ellos, Eurípides, Píndaro y hasta el mismo Platón, expresaron el mismo disgusto. Que ellos también se sintieron irritados ante los cuentos que se inventaban – “esos cuentos miserables de los poetas”, según la frase de Eurípides.
Pero quizá hubiera otra causa para esto. Para los que sabían que había más de una clave para el Simbolismo Teogónico, era un error el haberlo expresado en un lenguaje tan claro. Pues si el filósofo ilustrado y sabio podía discernir el meollo de la sabiduría bajo la grosera corteza del fruto, y sabía que este último escondía las más grandes leyes y verdades de la naturaleza psíquica y física, así como del origen de todas las cosas; no así el profano no iniciado. Para el filósofo, especialmente el Iniciado, la Teogonía de Hesiodo es tan histórica como pueda serlo cualquier historia. Platón la acepta como tal, y expone tantas de sus verdades como sus juramentos se lo permitían. El hecho de que los atlantes pretendiesen que Urano fue su primer rey, y que Platón principie su historia de la Atlántida con la división del gran continente por Neptuno, el nieto de Urano, muestra que hubo otros continentes antes que la Atlántida, y reyes antes que Urano. Pues Neptuno (o Poseidón), a quien tocó en suerte el gran continente caído, encuentra en una pequeña isla sólo una pareja humana hecha de barro, esto es, el primer hombre físico humano, cuyo origen principió con las últimas subrazas de la tercera raza-raíz. En la Mitología romana, Neptuno es el hijo mayor de los dioses Saturno y Ops, hermano de Júpiter y Plutón. Neptuno gobierna todas las aguas y mares. Cabalga las olas sobre caballos blancos. Todos los habitantes de las aguas deben obedecerlo y se lo conoce como Poseidón en la mitología griega. Neptuno eligió el mar como morada y en sus profundidades existe un reino de castillos dorados. Con su poderoso tridente agita las olas, hace brotar fuentes y manantiales donde quiera y en causa de su ira provocando los temibles sismos o terremotos. Este dios es un rey inseparable de sus caballos. Por esta y más razones, se le simboliza con un caballo. Neptuno no viste con ropajes suntuosos, ya que su aspecto es suficiente para demostrar su poderío. El dios de los mares es un muy peligroso e inestable elemento, con sus emociones puede provocar desde terribles tormentas y tempestades hasta olas tranquilas y pacíficas, por lo que nunca nadie intenta provocarlo sin un importante motivo. Neptuno, tuvo varios amores… Su esposa formal fue Anfítrite (diosa del mar tranquilo), aunque hubieron más mujeres en su vida, como Clito, Medusa, Toosa, Ceres, Halia y Amimone.
Clito, o Clitoé, en la mitología griega, era una mujer, hija de Evenor y de Leucipe, madre de la estirpe de los Atlantes. Según el Critias, obra del filósofo griego Platón, Clito, hija de Evenor, que había nacido de la tierra, y de Leucipe, habitantes de una montaña baja en el centro de la Atlántida, quedó huérfana cuando llegó a la edad de casarse. Poseidón (que era el señor de la Atlántida) se enamoró de Clito y se vio correspondido; y para proteger a su nueva amante, aisló la colina en la que ésta habitaba por medio de tres anchos anillos de agua, cavados a partir del centro de la isla (la elevación que habitaba Clitoé estaba en el centro de la isla), de modo que la colina fuera inaccesible a los hombres (ya que todavía no había barcos ni navegación). Poseidón, utilizando sus poderes de dios, enriqueció al círculo de tierra del centro de la isla (en donde habitaba Clito, aislado por el primer anillo de agua), proveyéndolo de alimentos variados y suficientes, y de manantiales. Luego Clito y Poseidón se unieron; la primera quedó embarazada sucesivas veces y fue dando a luz a cinco generaciones de gemelos varones. Al primer hijo del primer par se le dio el nombre de Atlas o Atlante (y de él se deriva la denominación Atlántida, y de ésta, a su vez, recibe su nombre el Océano Atlántico). Al segundo hijo del primer par se le dio, en griego, el nombre de Eumelo, pero en la lengua de la región, Gadiro; A uno de los que nacieron en segundo lugar se lo llamó Anferes, al otro, Evemo. Al mayor de los terceros se le puso el nombre de Mneseo y al segundo, Autóctono. Al primero del cuarto par se le dio el nombre de Elasipo, y el de Méstor al posterior. Al primero del quinto par de gemelos se le puso el nombre de Azaes y al segundo, el de Diáprepes. El final de la vida de Clito es oscuro, ya que ni el Critias ni ningún otro texto narra lo que sucedió luego que tuvo sus hijos. Lo que se sabe es que todos ellos fueron reyes de diferentes partes de la Atlántida, dando origen a la avanzada civilización que se desarrolló en esta isla.
Ahora bien; todos los Dioses del Olimpo, así como todos los del Panteón Hindú y los Rishis, eran las personificaciones septiformes de los Nóumenos (de los poderes inteligentes de la Naturaleza), de las Fuerzas Cósmicas, de los Cuerpos Celestes, de los Dioses o Dhyân Chohans, de los Poderes Psíquicos y Espirituales, de los Reyes Divinos de la Tierra, o encarnaciones de los Dioses, y de los Héroes u Hombres Terrestres. El saber distinguir entre estas siete formas es cosa que perteneció en todo tiempo a los Iniciados, cuyos primeros predecesores habían creado este sistema simbólico y alegórico. Así, mientras que Urano, o la hueste que representaba este grupo celeste, reinó y gobernó en la segunda raza y su continente, Cronos, o Saturno, gobernó a los Lemures, y Júpiter, Neptuno, y otros, lucharon por la Atlántida, que era toda la tierra en los días de la cuarta raza. Poseidonis, o la última isla de la Atlántida, duró hasta hace unos 12.000 años. Los atlantes de Diodoro Sículo tenían razón en sostener que en su país, en la región que rodeaba el Monte Atlas, fue donde “nacieron los Dioses”, esto es, “encarnaron”. Pero sólo después de su cuarta encarnación fue cuando se convirtieron en reyes humanos y gobernantes, por primera vez. Diodoro habla de Urano como primer rey de la Atlántida, confundiendo los continentes, ya fuese conscientemente o no. Pero, como hemos indicado, Platón corrige indirectamente esta afirmación. El primer instructor en astronomía de los hombres fue Urano, porque es uno de los siete Dhyân Chohans del segundo período o raza. Así, también, en el segundo Manvántara, el de Svârochisha, el segundo Manu, entre los Dioses o Rishis que presidían aquella raza, vemos a Jyotish, el maestro de astronomía (Jyotisha), uno de los nombres de Brahmâ. Jyotish es un término en Sánscrito que deriva de la palabra “jyoti” o luz. El Jyotish es la ciencia Védica de Astrología y Astronomía. Es la ciencia basada en las luminarias. La ciencia del Jyotish está basada en las antiguas escrituras en Sánscrito, los Vedas, los Puranas, los Itihasas y Samhitas y los Rishi-vaakyas o declaraciones de los grandes sabios como Marahishi Parashara, Vedavyasa, Jaimini, Bhrigu, Narada, Garga, etc. Los textos védicos se dice que se originaron de la respiración de Maha Vishnu o la Suprema Personalidad de Dios, y por lo tanto son aceptados como conocimientos Apaurusheyas o infalibles.
Los antiguos Maharishis, que han realizado las leyes de la ciencia de Jyotish, lo hicieron mientras se sumergían en profunda meditación en el Señor Supremo, y en este estado trascendental de conciencia las verdades del Jyotish fueron revelados a ellos por Dios. Por lo tanto, esta sagrada ciencia es aceptada como perfecta. Por supuestos que el sistema de Astrología Védica es muy vasto y elaborado y muchas personas en la actualidad tienen dificultades en comprender o en interpretarla correctamente. Esto se debe a que las personas de Kali Yuga, la era presente del mundo, están mucho más degradadas en conciencia, memoria e inteligencia que los antiguos Maharishis que estaban presentes en las eras o yugas de Satya, Treta y Dwapara Yugas. Y así también los chinos reverencian a Tien (o el Firmamento, Ouranos) y le dan el nombre de su primer maestro en astronomía. Urano dio origen a los Titanes de la tercera raza, y ellos fueron los que le mutilaron personificados por Saturno-Cronos. Porque, como los Titanes cayeron en la generación, cuando “la creación por medio de la voluntad fue reemplazada por la procreación física”, no necesitaban más a Urano. El político y helenista inglés, William Gladstone, en su obra “Los Dioses Mayores del Olimpo”, colaboró a que las ideas del público en general acerca de la mitología griega hayan sido aún más distorsionadas. A Homero se le atribuye un pensamiento íntimo, que Gladstone considera como “la verdadera clave de la concepción Homérica”, mientras que esta “clave” es meramente un velo. Poseidón es en verdad esencialmente fuerte e imperioso, sensual y sumamente celoso y vengativo. Pero esto es porque simboliza el espíritu de la cuarta raza-raíz, como el Regente de los Mares, esa raza que vive sobre la superficie de los mares, compuesta de gigantes. son los hijos de Eurimedón, la raza madre de Polifemo, el Titán y Cíclope de un ojo. Aunque Zeus reina sobre la cuarta raza, Poseidón es quien gobierna y el que representa la verdadera clave de la tríada de los hijos de Cronos, Zeus, Hades y Poseidón, y de nuestras razas humanas. Poseidón es el gobernante o espíritu de la Atlántida antes del principio de su sumersión, y la fuerza titánica de la raza viviente.
Nereus, el mayor de los hijos de Ponto y Gea, probablemente el dios de las olas del mar, parece que fue también uno de los educadores de Afrodita. Su espíritu se ha reencarnado en la raza aria, o quinta. Esto es lo que Gladstone no descubrió, ni siquiera lo ha vislumbrado. Y, sin embargo, hace muchas observaciones sobre la “habilidad” de Homero, el cual no nombra nunca a Nereus, a cuya designación sólo se llega por el patronímico de Nereidas. Doris dio a Nereus cincuenta hijas maravillosas, las Nereidas, todas ninfas del mar. Vivía en el mar Egeo, acompañado siempre por sus hijas, que le entretenían con sus cantos y sus danzas. Era capaz de cambiar de forma, tenía el don de la profecía y ayudaba a los héroes que, como Heracles, fuesen capaces de capturarle incluso cuando cambiaba de forma. Profetizó a Paris los males que traerían a su patria el rapto de Helena y a Heracles le ayudó, por la fuerza, a buscar las manzanas de oro que le había ordenado encontrar su primo Euristeo. Pero los más eruditos helenistas se limitan a especular sobre las imágenes exotéricas de la Mitología, mientras pierden de vista su sentido esotérico. Y esto se ve de un modo notable en el caso de Gladstone. La literatura griega ha sido el estudio preferido de su vida, y ha encontrado tiempo para enriquecer la literatura contemporánea con producciones de erudición griega. Pero en el futuro se verá que la clave esotérica de la Teogonía cristiana, así como de la Teogonía y ciencias griegas, es la Doctrina Secreta de las naciones prehistóricas. Sólo esta doctrina es la que puede señalar el parentesco de todas las especulaciones humanas religiosas, y hasta de las llamadas “revelaciones”. Y ésta es la enseñanza que infunde el espíritu de la vida en los símbolos seculares de los Montes Meru, Olimpo, Walhalla o Sinaí. Muchas veces, se menciona a la Atlántida bajo otro nombre, desconocido de los comentadores. El poder de los nombres es grande y ha sido conocido desde que los Maestros divinos instruyeron a los primeros hombres. Y como Solón lo había estudiado, tradujo los nombres “Atlantes” por nombres inventados por él mismo. Relacionado con el continente de la Atlántida, conviene tener presente que los relatos de los antiguos escritores griegos que han llegado hasta nosotros contienen una confusión de declaraciones, de las cuales algunas se refieren al gran continente, y otras a la última pequeña isla de Poseidonis.
Pueden verse discrepancias en las diferentes manifestaciones acerca del tamaño, y otros aspectos de la Atlántida. Así, en el Critias , dice Platón que la llanura que rodeaba la ciudad estaba a su vez rodeada por cordilleras de montañas, y que la llanura era suave, nivelada y de figura oblonga, extendiéndose al Norte y al Sur, tres mil estadios en una dirección y dos mil en la otra. La llanura hallábase rodeada por un enorme canal o dique, de 31 metros de profundidad, 185 metros de ancho y 2012 km. de largo. Ahora bien, en otros sitios se expone el tamaño total de la isla de Poseidonis como el asignado sólo a la “llanura alrededor de la ciudad”. Es evidente que una parte de lo que se dice se refiere al gran continente, y la otra al último resto, o sea la isla de Platón. Por otra parte, el ejército activo de la Atlántida se declara como de más de un millón de hombres, y su armada de 1200 barcos y 240.000 hombres. Semejantes afirmaciones son por completo inaplicables a una pequeña isla del tamaño de Irlanda. Las alegorías griegas dan a Atlas, o la Atlántida, siete hijas -siete subrazas -, cuyos nombres respectivos son: Maia, Electra, Taygeta, Asterope, Merope, Alcyone y Calaeno. Esto implica que se casaron con Dioses, y que fueron madres de héroes famosos, fundadores de muchas naciones y ciudades. Astronómicamente, las Atlántidas se han convertido en las siete Pléyades. En la Ciencia Oculta las dos se hallan relacionadas con los destinos de las naciones, destinos que están trazados por los sucesos de sus vidas anteriores, con arreglo a la Ley Kármica. Tres grandes naciones pretendían en la antigüedad una descendencia directa del reino de Saturno, o Lemuria, confundido con la Atlántida algunos miles de años antes de nuestra era. Y éstas eran los egipcios, los fenicios (Sanchoniathon) y los antiguos griegos (Diodoro, y después Platón). Pero puede también demostrarse que el país civilizado más antiguo del Asia, la India, pretende la misma descendencia. Las subrazas, guiadas por la Ley Kármica o destino, repiten inconscientemente los primeros pasos de sus respectivas razas -madres. Así como los brahmanes, relativamente blancos, cuando invadieron la India poblada de Dravidianos, de color obscuro y habitantes del extremo meridional del subcontinente indio, vinieron del Norte, así también la quinta raza aria debe atribuir su origen a las regiones del Norte.
Las Ciencias Ocultas muestran que los fundadores de las razas-raíces, los grupos respectivos de los siete Prajâpatis, nombre genérico de varias deidades que presiden la procreación y que son protectores de la vida, han estado todos relacionados con la Estrella Polar. Blavatsky, en sus Comentarios, dice: “Aquel que entiende la edad de Dhruva, que mide 9090 años mortales, comprenderá los tiempos de los Pralayas, el destino final de las naciones. ¡Oh, Lanú!“. Por otra parte, ha debido haber muy buenas razones para que una nación asiática colocase a sus grandes Santos en la Osa Mayor, constelación del Norte. En las Leyes de Manú se hace mención de siete grandes Richis (Saptarchi), que corresponden a las siete estrellas de la Osa mayor. En la misma obra se mencionan diez grandes Richis, señores de criaturas (Prajâpatis), cuyos nombres son: Marîchi, Atri, Angiras, Pulastia, Pulaha, Kratu, Prachets (o Dakcha), Vazichtha, Bhrigu y Nârada. Estos tres últimos son los más eminentes, de manera que, descontando éstos, queda reducido a siete el número de los Grandes Richis. Según el Rig-Veda, los siete Grandes Richis son también los Prajêpatis o señores de la existencia, los siete “Hijos nacidos de la mente de Brahmâ”. Hace al menos 70.000 años que el Polo de la Tierra apuntaba al extremo final de la cola de la Osa Menor, y muchos miles de años más que los siete Rishis podían haber sido identificados con la constelación de la Osa Mayor. La raza aria nació y se desarrolló en el lejano Norte, aunque después del hundimiento del continente de la Atlántida, sus tribus emigraron más hacia el Sur de Asia. De aquí que Prometeo sea el hijo de Asia. Y Deucalión, su hijo, el Noé griego, el que creó hombres de las piedras de la madre Tierra, sea llamado escita del Norte, por Luciano. Y a Prometeo le hacen hermano de Atlas y es encadenado al Cáucaso en medio de las nieves. Grecia tenía su Apolo Hiperbóreo , así como su Apolo Meridional . De igual modo, casi todos los Dioses de Egipto, Grecia y Fenicia, así como los de otros Panteones, son de origen septentrional, y nacidos en la Lemuria, hacia el final de la tercera raza, después que se hubo completado toda su evolución física y fisiológica. Todas las “fábulas” de Grecia, podría verse que están fundadas en hechos históricos, aunque adulteradas por los mitos. Los cíclopes de “un solo ojo” fueron las tres últimas subrazas de los Lemures, refiriéndose el “ojo único” al ojo de la sabiduría. Pues los dos ojos frontales sólo estuvieron completamente desarrollados como órganos físicos en el principio de la cuarta raza.
La alegoría de Ulises, cuyos compañeros fueron devorados, mientras que el rey de Itaca se salvó sacando el ojo de Polifemo con un tizón de fuego, está basada en la atrofia psico-fisiológica del “tercer ojo”. Ulises pertenece al ciclo de los héroes de la cuarta rRaza, y aun cuando era un “Sabio” respecto de esta última, debió haber sido un libertino en opinión de los cíclopes pastoriles. Su aventura con estos últimos, raza salvaje gigantesca, antítesis de la culta civilización de la Odisea, es una representación alegórica del paso gradual de la civilización ciclópea de constructores colosales de piedra megalítica, a la cultura más sensual y física de los Atlantes, que fue causa de que la última parte de la tercera raza perdiese su ojo espiritual, que todo lo penetraba. La otra alegoría, que representa a Apolo matando a los Cíclopes para vengar la muerte de su hijo Asclepio, no se refiere a las tres subrazas representadas por los tres hijos del Cielo y de la Tierra, sino a los Cíclopes hiperbóreos Arimaspianos, último resto de la raza dotada con el “ojo de la sabiduría”. Los Cíclopes han dejado vestigios de sus construcciones en todas partes, tanto en el Sur como en el Norte; los otros estaban confinados solamente al Norte. Así, Apolo, que es principalmente el Dios de los Videntes, cuyo deber es castigar la profanación, los mató y ocultó su flecha detrás de una montaña en las regiones hiperbóreas. Cósmica y astronómicamente, este Dios hiperbóreo es el Sol personificado, el cual, durante el curso del año Sideral -25.868 años – cambia los climas de la superficie de la Tierra, haciendo regiones glaciares de las tropicales y viceversa. Psíquica y espiritualmente su significación es mucho más importante. Como observa Gladstone, en su obra “Dioses Mayores del Olimpo”, las cualidades de Apolo son imposibles de comprender sin acudir a fuentes que se encuentran más allá del límite de las tradiciones más comúnmente exploradas de la mitología griega.
La historia de Latona, madre de Apolo, está llena de significados diversos. Astronómicamente, Latona es la región polar, y la noche, que da nacimiento al Sol, a Apolo, a Febo, etc. Latona nació en los países hiperbóreos, en donde todos los habitantes eran sacerdotes dedicados a Apolo, su hijo, que celebraban su resurrección y descenso en su país cada diecinueve años, a la renovación del ciclo lunar. Latona representa geológicamente el continente hiperbóreo y su raza. Cuando el sentido astronómico cede su lugar al espiritual y divino, en que Apolo y Atenea se transforman en “aves”, símbolo y emblema de las divinidades y ángeles superiores, entonces el brillante Dios asume poderes divinos creadores. Apolo se convierte en la personificación de la videncia, cuando envía el doble astral de Eneas al campo de batalla, y tiene el don de aparecer a sus videntes sin ser visible a otras personas presentes, don del que participa todo Adepto elevado. El rey de los hiperbóreos era por esa razón hijo de Bóreas, el Viento Norte, y el Sacerdote Superior de Apolo. La contienda de Latona y Niobe, representando la raza Atlante, madre de siete hijos y siete hijas, que personifican las siete subrazas de la cuarta raza y sus siete ramas, alegoriza la historia de los dos continentes. La cólera de los “Hijos de Dios” al ver la constante degradación de los atlantes, era grande. Y queda claro el significado de la destrucción de los hijos de Niobe por los hijos de Latona, Apolo y Diana, las deidades de la luz, la sabiduría y la pureza, o el Sol y la Luna astronómicamente, cuya influencia ocasiona cambios en el eje de la Tierra, diluvios y otros cataclismos. La fábula acerca de las lágrimas incesantes de Niobe, cuyo dolor hace que Zeus la transforme en una fuente, que representa la Atlántida cubierta por las aguas, no es un símbolo menos gráfico. Niobe, téngase presente, es hija de una de las Pléyades, o Atlántidas, y, por tanto, es nieta de Atlas, porque representa las últimas generaciones del continente condenado. Una observación verdadera es la de Bailly, cuando dice que la Atlántida tuvo una influencia enorme en la antigüedad. Según dice, en base al Apocalipsis: “Un gran Dragón rojo se hallaba ante la mujer pronto a devorar al niño. Da ella a luz el hombre-niño que debía gobernar a todas las naciones con un cetro de hierro, y que fue acogido en el trono de Dios – el Sol. La mujer huye al desierto, siempre perseguida por el dragón, que vuela otra vez, y echa agua por la boca como un río, cuando la Tierra favoreció a la mujer y se tragó al río; y el Dragón marchó a hacer la guerra con el resto de la semilla de ella que guardó los mandamientos de Dios“.
Cualquiera que lea la alegoría de Latona perseguida por la venganza del celoso Juno, reconocerá la identidad de las dos versiones. Juno envía a Pitón, el Dragón, a perseguir y destruir a Latona y devorar a su recién nacido. Este último es Apolo, el Sol, pues el hombre-niño del Apocalipsis , “que debía gobernar a todas las naciones con un cetro de hierro”, no es seguramente el apacible “Hijo de Dios”, Jesús, sino el Sol físico, “que gobierna a todas las naciones”; siendo el Dragón el Polo Norte, gradualmente persiguiendo a los lemures primitivos en las tierras que se hacían más y más hiperbóreas, e impropias para ser habitadas por los que rápidamente se estaban convirtiendo en hombres físicos, pues entonces tenían que habérselas con las variaciones de clima. El Dragón no quería permitir a Latona “dar a luz” el Sol que iba a aparecer. “Ella es echada del Cielo y no encuentra lugar donde poder dar a luz”, hasta que Neptuno, el Océano, lleno de compasión, inmoviliza la isla flotante de Delos, en que se convirtió la ninfa Asteria, ocultándose de Júpiter bajo las olas del Océano. Letona se refugia en Delos, donde nace el brillante dios Delio, el dios que tan pronto aparece mata a Pitón, el frío y hielo de la región ártica, en cuyos anillos mortales toda vida se extingue. En otras palabras: Latona-Lemuria se transforma en Niobe-Atlántida, sobre la cual reina su hijo Apolo, o el Sol, con un cetro de hierro. Herodoto hace maldecir su calor demasiado grande a los atlantes. Esta alegoría está reproducida en su otro sentido místico en el Apocalipsis. Latona se convierte en diosa poderosa, en verdad, y ve que se le rinde culto a su hijo (culto solar) en casi todos los templos de la antigüedad. En su aspecto oculto, Apolo es el patrón del número siete. Nació en el día siete del mes, y los cisnes de Myorica nadan siete veces alrededor de Delos, cantando el suceso y le dan siete cuerdas a su lira, los siete rayos del Sol y las siete fuerzas de la Naturaleza. Pero esto es sólo en el sentido astronómico, mientras que lo indi9cado antes es básicamente geológico. Si estos nombres míticos son meras alegorías, entonces todo lo que tienen de verdad viene de la Atlántida. Si la fábula es una tradición real -aunque alterada-, entonces la historia antigua es por completo su historia.
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